Padilla,
el regreso de la estrella granate
JOSÉ
CARLOS LEÓN CÓRDOBA
La
vuelta de Juan Ramos Padilla al Cajasur supone el regreso del hijo pródigo al
club granate, pero también es una muestra de la durísima situación que
atraviesa el balonmano español. De la Asobal a Primera Nacional, del Ars al
equipo en el que dio sus primeros pasos, del profesionalismo a casa. Así de
sencillo, pero así de duro.
Porque tras el descenso del club palmeño, el talentoso central cordobés podía
haber tenido alguna opción de seguir jugando en la máxima categoría, o incluso
de seguir formando parte del proyecto del Ars en la DHPlata, pero el horno no
está para bollos. Hoy por hoy, comer del balonmano en España es algo reservado
para una minoría, mientras los mejores jugadores emigran en busca de las
oportunidades que no encuentran aquí. Ése es el panorama de la liga en la que
deberían jugar los campeones del mundo, la misma que camina sumida en penurias
económicas y que ve cómo sus equipos desaparecen sin remisión. Éste es el
escenario que se ha encontrado Padilla, que a sus 25 años se ha visto obligado
a darle un inesperado giro a su carrera.
Porque en 2007, el que más y el que menos pensaba que al 63 del Cajasur le
esperaba un largo periplo en la elite. El central fue el estilete del equipo
que se proclamó campeón de España juvenil, la página más bella de la laureada
historia de la cantera granate. Determinante, dominador, con un lanzamiento
letal impulsado en su 1,90, carismático... Ese Cajasur era un gran bloque, pero
Padilla era la estrella, el señalado para vivir del balonmano, un jugador marcado
para la Asobal.
Ese mismo verano tuvo ofertas para salir de Córdoba, pero prefirió seguir en su
club de siempre, formándose sin prisa mientras acumulaba presencias en las
selección júnior (hasta 18 internacionalidades). Con el Cajasur logró el ascenso
a Primera Nacional (07-08) y jugó una temporada en la categoría hasta que la
puerta de la DHB pasó por delante del club en la 09-10. Con un equipo
jovencísimo, plagado de esos chicos que apenas dos años antes tocaron el cielo
como juveniles, el Córdoba BM se enfrascó en la aventura de Plata. Y ahí estaba
Padilla, aprendiendo de las derrotas, acumulando experiencias para una carrera
que no había hecho nada más que empezar.
El descenso del Cajasur le confirmó que había llegado el momento de hacer las
maletas, de evolucionar y crecer fuera de casa. En la temporada 10-11 se marchó
junto con Juan Ruano al Pines Badajoz para seguir en la DHB, y allí entendió lo
dura que es la vida del jugador profesional. Los problemas económicos empezaron
a afectar al conjunto extremeño, pero lo peor llegó en enero, cuando una mala
caída en un entrenamiento le provocó una fractura de peroné que le tuvo fuera
de combate varios meses. Entonces, el jugador cordobés entendió que la vida no
es color de rosa.
Tras la experiencia pacense, Padilla volvió a Córdoba para enrolarse en el Ars,
lo que le permitió seguir en la DHPlata con un equipo que partido a partido fue
creyéndose sus opciones de ascender a la Liga Asobal. En Palma, el central
volvió a sentirse importante, a disfrutar del balonmano, y a ver al fin
abiertas de par en par las puertas de la elite.
Con 24 años le había llegado el momento de jugar entre los mejores. Muchos de
sus compañeros en las selecciones inferiores ya habían llegado hace tiempo.
Podía pensarse que a Padilla le llegó tarde la recompensa, pero era una
oportunidad que no podía desaprovechar. Con un proyecto austero, el Ars
compitió con tanto amor propio como inferioridad de condiciones. Tras el
subidón inicial, los kilómetros y las derrotas se fueron acumulando hasta
desembocar en el lógico desenlace del descenso. Pero seguro que había merecido
la pena, sólo por el orgullo de saber que, como tantos pronosticaron seis años
antes, Padilla tenía capacidad para competir contra los mejores.
Y ahora toca volver a casa, bajar escalones de golpe y replantearse no sólo la
carrera deportiva, sino una vida más allá del balonmano. Azotado como pocos por
la crisis, este deporte es el vivo ejemplo de cómo las estrellas tienen que
bajar al cielo para ganarse la vida. Ése es el nuevo reto para Padilla, el
chico que deslumbraba de juvenil, el central que llegó a jugar en la Asobal, el
hombre que supo tomar una decisión sin pensar que había sido un error.
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